Vistas de página en total

martes, 7 de enero de 2014

lunes, 30 de diciembre de 2013

Me gustaría saber lo que piensas
cuando me miras y no dices nada.
Cuando sonríes y callas,
cuando el silencio inunda la habitación
y tú eres todo silencio.
Me encantaría saber lo que sientes
cuando me abrazas.
Cuando me rozas casualmente
o queriendo,
cuando te tomo la mano,
cuando te fundes conmigo.
Quizás sea una amistad atípica,
una amistad platónica o romántica.
Pero sé que me gusta estar contigo,
que te echo de menos
cuando no tengo ninguna otra cosa que hacer
más que echarte de menos.
Que pienso en ti...
y que cuando lo hago, siempre termino sonriendo.
POr qué me inspiras
si estos versos caerán al vacío
sin dueño.
Por qué te sueño
si este sentimiento proscrito y errante
es el retazo de una fantasía incompleta
que busca caballero.
Y mientras me confundes,
yo juego y tú me sigues la corriente,
como si no tuvieras miedo a saber la verdad,
como si tú también estuvieras sediento de cariño.
Y jugando no sé si algún día llegaremos a encontrarnos,
o seguiremos caminando sin tocarnos,
anhelando simplemente un sueño.
Me da miedo preguntarte y que respondas.
Quizás ese día termine todo
o sea el comienzo de algo que estaba escrito.
Tengo sonrisas sin estrenar
que no sé si quieres.
Abrazos nuevos
que te buscan cada día.
Mil gracias que darte,
y algún que otro perdón reincidente.
Me provocas con tu actitud impasible,
presuntamente indiferente.
Hasta que descubro que te importo
y que sufres por verme triste.
Entonces me arrepiento de haberte atacado,
de reprocharte que no me digas que también soy especial para ti.
Y tú das todo por sentado
y sigues pretendiendo que te adivine
que sepa lo que piensas,
lo que sientes,
por lo que haces y no por lo que dices.
Y yo me confundo,
me desespero,
me convierto en una niña desorientada
cuando trato de entenderte.
Cuando tan sólo busco tu cariño,
que me consueles,
que me digas que soy importante para ti,
que somos amigos.
Y después de enfadarme,
dices algo.
Sueltas alguna de tus frases mágicas.
Y conviertes un día nefasto en un momento memorable,
porque lo vuelves a hacer.
Haces que me olvide de todo,
que relativice,
que piense que tengo suerte por haberte conocido.
Que me alegre de que te hayas cruzado en mi camino.
Me haces sonreír.
Y tras esa sonrisa siempre tengo ganas de darte un abrazo y un segundo.